Reseña de la aparición del Sr. Del Santuario
Una mañana, cuando ya habían pasado cinco años
de la muerte de aquellos frailes, dos jóvenes cazadores-pescadores, que nadie
recuerda sus nombres, se dirigieron a la laguna (como era costumbres de los pobladores de este municipio ir a pescar o
cazar animales que abundaban en este lugar), cuentan que aquella mañana,
los jóvenes salieron muy temprano. por qué irían a pescar, con un paño que
habían prestado, a don Eduviges Ruiz, quien les dijo que “se los prestaba con la condición que le dieran algo de lo que pescaran”,
Los muchachos se embarcaron en el lugar
conocido como el limón, que hoy es la calle León Brindis, iban a acompañado de
tres perros que siempre traían cuando salían a cazar, uno de los perros era
pinto y los otros dos perros, de color negro.
La
punta, como conocían aquel embarcadero, el lugar donde los cayucos y lanchas
quedaban amarrados y resguardados durante las noches; desde este lugar se podía
llegar a Villahermosa la capital del estado de Tabasco a través de los
diferentes causes de agua.
Por eso este lugar, se había convertido en una
central marítima de pasajes y carga, todo el comercio de Reforma y la región se
gestaba por esta ruta, que pasaba por el puente colgante llamado “Cabeza de Loro”, esta ruta estaba
resguardada por una capitanía perteneciente al Estado de Chiapas.
Cuentan los ancianos, que don Eduviges narraba
que esa mañana, era muy hermosa. El sol estaba muy brillante y que el cielo
tenía un azul muy bonito (como añil), alborozado y que corría un viento muy
fresco, que daba la impresión que todo estaba alegre o al menos -así me sentía yo-. Contaba que se sentía
así, porque Reforma acababa de salir de unos de los últimos nortes (así les llamaban a los frentes fríos en ese
tiempo) y los últimos días había norteado, pero la noche anterior había
llovido tanto, que la gente creía que había caído un diluvio.
Afirman, que decía cuando contaba esta
historia, que uno de los muchachos, se
hecho el paño al hombro, porque lo llevaban en un costal -de esos que se
utilizan para guardar harina a granel- , el muchacho iba, con su machete a la
cintura, y como era costumbre su paliacate rojo en el bolsillo del pantalón, el
otro llevaba el remo y una carabina de chispa (avancarga), enganchada en el
hombro, los dos muchachos, agarraron el camino seguido de los tres perros que
iban con ellos, se fueron hacia la laguna, eran como las nueve de la mañana, de
aquel febrero, los muchachos llegaron al embarcadero saludaron a los señores
que se encontraban ahí, y colocaron todo donde debían de colocarlo dentro del
cayuco incluyendo los perros que ya
sabían subirse a los cayucos y se adentraron en la laguna.
Dicen
los que los vieron, que dijeron que irían, a donde casi no llegaba la gente a
pescar -que ahí pondrían el paño- y que, mientras esperaban que cayeran los peces
en el paño, iban a cazar algunas aves que llegaban al lugar, pijijes, pato de
agua, siete presas etc.
Tendieron su paño, en el lugar conocido como el
pozo, un estrecho que daba a la laguna, ahí, casi no llegaba la gente, porque
era una de las partes más retirada de ese lugar y era un estrecho que desemboca
a la laguna, ahí pusieron su paño los muchachos y se saltaron a tierra a cazar
aves como lo habían planeado.
Después de varias horas de andar cazando,
pasado el mediodía, con algunas aves que habían logrado cazar y un armadillo,
se subieron al cayuco y se dispusieron a recoger el paño, para ver que se había
enredado en él. al inicio, cuando se acercaron al paño vieron que se movía
mucho, por lo que ellos dedujeron que tenía muchos peces, atrapados, por lo que
se emocionaron y decían que ese día si les había ido bien puesto que llevaban
ya varios animales de tierra cazados,
Emocionados empezaron a recoger el paño, pero
cuál fue su sorpresa, no tenía peces en su interior, sino al contrario, se
había trabado en unas ramas que flotaban en el agua, y que tenía mucho Jacinto
a su alrededor, por lo que enojados empezaron a jalarlo, eso sí, con mucho
cuidado porque el paño no era de ellos, y si se rompía iban a pagarlo, y sin
pescar nada, así lo fueron jalando hasta llegar a las ramas que lo tenían
enredado y con ellos el planchón de Jacinto que se acercaba poco a poco.
De repente los perros empezaron a
ladrar desesperadamente, hacia la orilla de la laguna, donde había un deslave
de tierra. la forma de ladrar era tan insistente que el muchacho, que iba al
frente del cayuco, miró al montón de tierra que se había deslavado hacía la
orilla del agua. tal vez por causa de la lluvia del día anterior, y notó que
algo sobresalía de la tierra floja, lo que sobresalía era de un color muy
diferente al de la tierra roja que estaba amontonada en ese deslave.
¿Qué es lo que está ahí?; le comentó a su
amigo, -no es nada- le contestó el que
venía remando; pero por qué los perros ladran tan insistente; han de estar
locos, ¡no! ¡Mira! ¡Es un brazo! - dijo, el que iba asta adelante- sí es un
brazo pequeño, ha de ser de algún muñeco o algo así, acércate a la orilla, -déjalo,
- quien sabe que es comentó el remero, primero saquemos el paño y lo
desenredemos por que se nos hará tarde, (murmuró) a lo que continuaron
desenredando el paño, el cual sacaron y limpiaron de algunas ramas que tenía
enredadas, lo enrollaron y se dieron la vuelta para irse de regreso.
Los perros no cesaban de ladrar hacia el montón
de tierra, el muchacho, que iba hasta adelante le dijo, a su compañero ¡acércate!,
volvió a insistir al que traía el remo, (a lo cual no muy convencido, le hizo
caso y se acercó al montón de tierra arrastrada por la lluvia), el que estaba
hasta delante saltó, hacia el deslave y calló cerca del brazo de la imagen. los
perros ladraban con más fuerza y miraban el brazo que sobresalía del montón de
tierra.
El muchacho que había saltado a tierra, se puso
a sacar la imagen, y con mucho esfuerzo desenterró la imagen, que se encontraba
allí. -¡mira!. “¡es un Cristo!”- le dijo a su compañero que estaba en el
cayuco, ¿pero no tiene la cruz?, -déjalo, ¡ahí!, ¡vámonos! quien sabe quién lo
enterró ahí- (dijo el que estaba en el cayuco). ¡Acerca el cayuco comentó!,
Dijo el que estaba en tierra, con la imagen entre las manos; -vamos a llevarlo al pueblo, para ver
si alguien sabe de quién es, le dijo a
su compañero, era la imagen de un Cristo muy bonito, -contaba uno de ellos-, se
veía limpio, se veía bien, como si lo hubieran acabado de echar al lodo, con
mucho cuidado, lo sacaron lo pusieron en el cayuco, este Cristo no tenía cruz,
y le faltaban dos dedos en unas de sus manos,
estaba sin cruz, por lo que temían que se quebrara, con cuidado lo
colocaron sobre el paño amontonado y se dirigieron al embarcadero, cuando iban
llegando al embarcadero, uno de los muchachos, se acordó, que por esos tiempos
estaba prohibido tener imágenes religiosas, en los hogares, y que en aquel
lugar había gente de Villahermosa y podrían delatarlos; se lo hiso saber a su
compañero por lo que decidieron meterlo dentro del costal junto con el paño.
Así llegaron al desembarcadero, tomaron sus
cosas, amarraron el cayuco y caminaron por la calle, hacia la casa de don
Eduviges, cuando llegaron a la casa, le dijeron que no habían pescado nada,
solo un Cristo sin cruz, y que se lo dejaban porque ellos no tenían donde
tenerlo, y que, si era de alguien del pueblo, que se lo diera, y como no habían
pescado nada, le dejaban dos pijijes que traían, dejaron el costal con la
imagen y se fueron a su casa, seguido de sus perros.
Don Eduviges, lo guardó (escondió), puesto
que en ese tiempo estaba prohibido tener imágenes en sus casas, por eso de los
Camisas Rojas, que entraban en las noches a quemar las casas de los católicos y
las imágenes de las capillas, de las rancherías.
En secreto se mantuvo mucho tiempo la
imagen, pero don Eduviges le comentó a los católicos más viejos del pueblo, que
tenía la imagen que le habían dejado los muchachos, y ellos le aconsejaron
esconderlo en una tejería, (fábrica de
tejas que se encontraba, donde hoy es el jardín de niños Villatoro), que le
darían aviso al padre Macario, así lo hicieron, le dieron aviso al padre
Macario del hallazgo que habían hechos los jóvenes, el padre Macario les dijo,
que deberían de hacerle su cruz, y así poderlo poner en la capilla del pueblo;
los católicos más ancianos buscaron a un carpintero para que le hiciera su cruz,
él carpintero recomendó que la madera más duradera y bonita, era una
madera llamada jobillo, que solo había
en un rancho que se ubicaba al otro lado de la laguna, por lo que había que pedirle permiso al dueño
de ese rancho para ir a buscarla, un grupo de ancianos y señores se organizaron
y fueron hablar con el dueño del rancho le explicaron.
Aldo Gómez Jiménez